*Por: Licda. Johana Margarita Mejía
Antes
de centrarnos en tecnicismos y hablar un poco de Sociología de la Educación,
invito a que se ubique en el siguiente
escenario:
Piense
en ese Restaurante favorito, en ese lugar al que le gusta regresar siempre que
puede, sea porque sirven una comida deliciosa, porque tienen los mejores
postres o por la atención con la que atienden a toda persona que se hace
presente. ¿Ya recordó el lugar?...
…
muy bien, ahora visualice ese plato predilecto y piense en una persona con
quien desearía estar acompañado/a…
Ahora
le formularé algunas interrogantes para que luego analicemos un poco el tema
que nos ocupará: ¿qué haría si el día que usted regresa a ese restaurante ya no
existiera su plato predilecto y en su lugar sirven platillos que no puede
ingerir porque es alérgico/a a esa comida?; ¿qué haría si las mesas y sillas de
ese restaurante fueran tan altas que necesitaría de una escalera para subir y
bajar de ellas, y en el restaurante solo tienen una escalera para todos los
clientes que llegan al lugar?; ¿qué pensaría si todos los restaurantes del país
trabajaran bajo esas mismas condiciones.
Seguramente
las respuestas a las primeras dos interrogantes fueron: -¡me voy inmediatamente
del lugar!; o por el contario pensó: - busco un restaurante donde sirvan
platillos muy parecidos y tengan mesas y sillas de mis dimensiones corporales.
O tal vez, alguien pensó: -¡bueno… es un buen momento para ir al cine y comprar
palomitas de maíz, una soda y disfrutar de una buena película! O simplemente
pensó: -pues, me regreso a casa (es más barato) y cocino algo que no me
perjudique y en donde existen muebles de mi tamaño… ¡fácil!
Ahora
bien, bajo esta metáfora quisiera encausar el siguiente análisis, que en el
marco del día mundial de la justicia social (20 de febrero) vale la pena dejar
sobre la mesa y mente de quienes decimos interesarnos por la educación en
nuestro país.
En
los últimos años hemos venido escuchando hablar de la educación y escuela
inclusiva, es de suma importancia que tengamos claridad que la educación
inclusiva pretende “posibilitar a
todos/as los/as estudiantes a participar de lleno en la vida y el trabajo
dentro de las comunidades, sin importar sus necesidades. Es el proceso de mayor
participación de los/as estudiantes en su centro de estudios y la reducción de
la exclusión de las culturas, el currículo y la comunidad de los centros
educativos”.[i]
Ahora
identificarán la razón por la cual iniciamos pensando en el escenario de un
restaurante con diferentes situaciones poco favorables a nuestros intereses;
supongamos que la comida es lo que el currículo a la escuela, y las sillas y
mesas la infraestructura, recursos y mobiliario…
Nadie
desconoce que los centros escolares de nuestro país, al igual que nuestro
currículo ha sido pensado, principalmente para NNAJ[1]
“normales”. Nótese que dejo la palabra normales entre comillas porque a partir
de ese término tendríamos que preguntarnos ¿quiénes son normales y quiénes no?;
¿por qué seguimos temiendo llamar a la personas con discapacidad de esa forma
(que es la correcta, por cierto) y en su lugar les llamamos “especiales”? (¿Es
que acaso Usted y yo no somos especiales también?)
Pensar
en educación inclusiva no solo implica volver nuestra mirada a esa población
que por sus características, no solo físicas, sino: culturales, socio
demográficas, religiosas, étnicas, (…), hemos invisibilizado; tampoco significa
abrir matrícula para ellos/as en centros educativos sin haber cambiado esquemas
mentales tradicionales en cuanto a enseñanza, convivencia y aprendizaje. La
educación inclusiva pretende ir más allá y volverse un enfoque de la educación,
o como mejor lo concibe el Profesor Alan Dyson (un precursor de este
movimiento), en una serie de AMPLIOS principios de justicia social, equidad
educativa y respuesta escolar.
Regresemos por un momento al escenario inicial
y pensemos: ¿a cuántos NNAJ se les está presentando día a día un menú como el
que nos imaginamos en el escenario hipotético y que seguramente se reusaría
siquiera probar, y que ellos deben consumirlo en un escenario real llamado
escuela? ¿A cuántos NNAJ hemos dejado fuera del sistema educativo por contar
con sillas y mesas inalcanzables para ellos/as? ¿Qué le ha sucedido a nuestra
escuela y todos los que de damos (o deberíamos darle) vida a esta institución
social? ¿Será que hemos cosificado a nuestros estudiantes, y ahora esperamos
que lleguen a las aulas, un modelo homogéneo? ¿Y el humanismo de nuestros/as
docentes? ¿Y el liderazgo de nuestros/as directores/as? ¿Y la observancia de la
comunidad educativa para la búsqueda de la calidad en los aprendizajes?... pero
la principal y más importante: ¿y el futuro que heredaremos a nuestros/as NN[2],
será igualmente excluyente e injusto que el que forjaron las generaciones
anteriores?
La
educación inclusiva para países como el nuestro es sin duda (no una panacea),
una de las respuestas que se necesita ofrecer frente a la desigualdad social
que por años nos ha caracterizado y ahora lo queremos ver normal. Aunque no es
normal que:
-
“Históricamente
El Salvador no ha sido un importante receptor de inmigrantes; más bien se ha
comportado como un país expulsor de personas” (Lara y Soriano, 2002; OML El
Salvador, 2010)
-
“Las mujeres
dediquen más tiempo a distintos tipos de trabajo y su remuneración sea igual
que la de los hombres (se ha calculado que la mujer trabaja 1 hora más que el
hombre)” (PNUD, 2011)[ii].
-
“Actualmente no
contemos con una consolidación estadística desagregada por sexo, edad,
escolaridad y acceso a oportunidades de nuestros pueblos indígenas” (PNUD,
2011)
-
“Una parte
importante de la población (46%) en edad de asistir a la escuela (4 a 6 años)
no
-
“En el año 2012,
según la EHPM, solo el 26% de adolescentes de las áreas rurales de nuestro país
se encontraban cursando el bachillerato, porcentaje que subía a 44.4% en zonas
urbanas” (PNUD, 2013)[iii].
-
“De las 253,222
personas con discapacidad que registra el Registro Nacional de las Personas
Naturales de nuestro país, el 75% carece
de un puesto laboral y de acuerdo al titular del Fondo de las Naciones Unidas
para la Infancia (UNICEF) en El Salvador, durante una entrevista radial
realizada en agosto del año 2013 manifestara que la población de NNAJ con una
discapacidad que registran es de 36,000 (4.1% de la población).
Con los datos anteriores no pretendamos
golpearnos el pecho, tampoco generemos debates estériles buscando al villano y
al bueno de nuestra situación socio-educativa. Más bien volvamos a
problematizarnos, preguntándonos: ¿Qué podemos hacer desde nuestro escritorio u
oficina? O ¿Qué hemos dejado de hacer por todos/as nuestros/as NNAJ? No
busquemos medidas tecnócratas, ni pretendamos señalar que un único sector tiene
la solución absoluta a todos estos problemas. Por el contrario se deben generar
consensos para lograr o que tanto anhelamos (o debiéramos anhelar): JUSTICIA
SOCIAL.
Recordemos siempre cuántas mujeres y hombres
han abandonado a sus hijos/as para buscar un mejor futuro fuera del país.
Pensemos en esa población indígena, que debido a este mundo salvajemente
consumista del cual gustosamente formamos parte, han tenido que esconder sus
costumbres, tradiciones y nuestra historia. Pensemos en nuestros niños y niñas
que durante su primera infancia no recibieron y no siguen recibiendo
estimulación temprana, la cual ya ha sido comprobado, está proporcionalmente
relacionada con el éxito en el mundo profesional en su vida como adulto/a. No
sigamos viendo con lástima a las personas con discapacidad, más bien
propongamos y/o apoyemos acciones que les favorezcan su educación y trabajo
como parte de nuestra sociedad.
Finalmente, considerando nuestro contexto y al
movimiento de la educación inclusiva; desde la educación (en su máxima
expresión) podemos lograr superar muchos desafíos, pero será, sí y solo sí
involucramos a madres, padres y comunidad a la formación de los ciudadanos que
queremos para que se encarguen de este país, cuando nuestro cerebro se haya
agotado, nuestras piernas se hayan cansando, nuestros huesos se encuentren frágiles
y nuestras manos no tengan más que producir!
[i]
Tomado de: www.inclusioneducativa.org
[ii]
PNUD. La igualdad y la equidad de género en El Salvador. San Salvador: 2011
[iii]
PNUD (2013). Informe sobre Desarrollo
Humano El Salvador 2013. Imaginar un nuevo país. Hacerlo posible. Diagnóstico y
propuesta. San Salvador: Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo.