lunes, 10 de febrero de 2014

El menú alérgico excluyente y la propuesta de la educación inclusiva para lograr justicia social*.


*Por: Licda. Johana Margarita Mejía


Antes de centrarnos en tecnicismos y hablar un poco de Sociología de la Educación, invito a que se ubique en el  siguiente escenario:
Piense en ese Restaurante favorito, en ese lugar al que le gusta regresar siempre que puede, sea porque sirven una comida deliciosa, porque tienen los mejores postres o por la atención con la que atienden a toda persona que se hace presente. ¿Ya recordó el lugar?...
… muy bien, ahora visualice ese plato predilecto y piense en una persona con quien desearía estar acompañado/a…
Ahora le formularé algunas interrogantes para que luego analicemos un poco el tema que nos ocupará: ¿qué haría si el día que usted regresa a ese restaurante ya no existiera su plato predilecto y en su lugar sirven platillos que no puede ingerir porque es alérgico/a a esa comida?; ¿qué haría si las mesas y sillas de ese restaurante fueran tan altas que necesitaría de una escalera para subir y bajar de ellas, y en el restaurante solo tienen una escalera para todos los clientes que llegan al lugar?; ¿qué pensaría si todos los restaurantes del país trabajaran bajo esas mismas condiciones.
Seguramente las respuestas a las primeras dos interrogantes fueron: -¡me voy inmediatamente del lugar!; o por el contario pensó: - busco un restaurante donde sirvan platillos muy parecidos y tengan mesas y sillas de mis dimensiones corporales. O tal vez, alguien pensó: -¡bueno… es un buen momento para ir al cine y comprar palomitas de maíz, una soda y disfrutar de una buena película! O simplemente pensó: -pues, me regreso a casa (es más barato) y cocino algo que no me perjudique y en donde existen muebles de mi tamaño… ¡fácil!
Ahora bien, bajo esta metáfora quisiera encausar el siguiente análisis, que en el marco del día mundial de la justicia social (20 de febrero) vale la pena dejar sobre la mesa y mente de quienes decimos interesarnos por la educación en nuestro país.
En los últimos años hemos venido escuchando hablar de la educación y escuela inclusiva, es de suma importancia que tengamos claridad que la educación inclusiva pretende “posibilitar a todos/as los/as estudiantes a participar de lleno en la vida y el trabajo dentro de las comunidades, sin importar sus necesidades. Es el proceso de mayor participación de los/as estudiantes en su centro de estudios y la reducción de la exclusión de las culturas, el currículo y la comunidad de los centros educativos”.[i]
Ahora identificarán la razón por la cual iniciamos pensando en el escenario de un restaurante con diferentes situaciones poco favorables a nuestros intereses; supongamos que la comida es lo que el currículo a la escuela, y las sillas y mesas la infraestructura, recursos y mobiliario…
Nadie desconoce que los centros escolares de nuestro país, al igual que nuestro currículo ha sido pensado, principalmente para NNAJ[1] “normales”. Nótese que dejo la palabra normales entre comillas porque a partir de ese término tendríamos que preguntarnos ¿quiénes son normales y quiénes no?; ¿por qué seguimos temiendo llamar a la personas con discapacidad de esa forma (que es la correcta, por cierto) y en su lugar les llamamos “especiales”? (¿Es que acaso Usted y yo no somos especiales también?)
Pensar en educación inclusiva no solo implica volver nuestra mirada a esa población que por sus características, no solo físicas, sino: culturales, socio demográficas, religiosas, étnicas, (…), hemos invisibilizado; tampoco significa abrir matrícula para ellos/as en centros educativos sin haber cambiado esquemas mentales tradicionales en cuanto a enseñanza, convivencia y aprendizaje. La educación inclusiva pretende ir más allá y volverse un enfoque de la educación, o como mejor lo concibe el Profesor Alan Dyson (un precursor de este movimiento), en una serie de AMPLIOS principios de justicia social, equidad educativa y respuesta escolar.
Regresemos por un momento al escenario inicial y pensemos: ¿a cuántos NNAJ se les está presentando día a día un menú como el que nos imaginamos en el escenario hipotético y que seguramente se reusaría siquiera probar, y que ellos deben consumirlo en un escenario real llamado escuela? ¿A cuántos NNAJ hemos dejado fuera del sistema educativo por contar con sillas y mesas inalcanzables para ellos/as? ¿Qué le ha sucedido a nuestra escuela y todos los que de damos (o deberíamos darle) vida a esta institución social? ¿Será que hemos cosificado a nuestros estudiantes, y ahora esperamos que lleguen a las aulas, un modelo homogéneo? ¿Y el humanismo de nuestros/as docentes? ¿Y el liderazgo de nuestros/as directores/as? ¿Y la observancia de la comunidad educativa para la búsqueda de la calidad en los aprendizajes?... pero la principal y más importante: ¿y el futuro que heredaremos a nuestros/as NN[2], será igualmente excluyente e injusto que el que forjaron las generaciones anteriores?
La educación inclusiva para países como el nuestro es sin duda (no una panacea), una de las respuestas que se necesita ofrecer frente a la desigualdad social que por años nos ha caracterizado y ahora lo queremos ver normal. Aunque no es normal que:
-          “Históricamente El Salvador no ha sido un importante receptor de inmigrantes; más bien se ha comportado como un país expulsor de personas” (Lara y Soriano, 2002; OML El Salvador, 2010)
-          “Las mujeres dediquen más tiempo a distintos tipos de trabajo y su remuneración sea igual que la de los hombres (se ha calculado que la mujer trabaja 1 hora más que el hombre)” (PNUD, 2011)[ii].
-          “Actualmente no contemos con una consolidación estadística desagregada por sexo, edad, escolaridad y acceso a oportunidades de nuestros pueblos indígenas” (PNUD, 2011)
-          “Una parte importante de la población (46%) en edad de asistir a la escuela (4 a 6 años) no


-           lo está haciendo” (www.mined.gob.sv/).
-          “En el año 2012, según la EHPM, solo el 26% de adolescentes de las áreas rurales de nuestro país se encontraban cursando el bachillerato, porcentaje que subía a 44.4% en zonas urbanas” (PNUD, 2013)[iii].
-          “De las 253,222 personas con discapacidad que registra el Registro Nacional de las Personas Naturales de nuestro país, el  75% carece de un puesto laboral y de acuerdo al titular del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) en El Salvador, durante una entrevista radial realizada en agosto del año 2013 manifestara que la población de NNAJ con una discapacidad que registran es de 36,000 (4.1% de la población).
Con los datos anteriores no pretendamos golpearnos el pecho, tampoco generemos debates estériles buscando al villano y al bueno de nuestra situación socio-educativa. Más bien volvamos a problematizarnos, preguntándonos: ¿Qué podemos hacer desde nuestro escritorio u oficina? O ¿Qué hemos dejado de hacer por todos/as nuestros/as NNAJ? No busquemos medidas tecnócratas, ni pretendamos señalar que un único sector tiene la solución absoluta a todos estos problemas. Por el contrario se deben generar consensos para lograr o que tanto anhelamos (o debiéramos anhelar): JUSTICIA SOCIAL.
Recordemos siempre cuántas mujeres y hombres han abandonado a sus hijos/as para buscar un mejor futuro fuera del país. Pensemos en esa población indígena, que debido a este mundo salvajemente consumista del cual gustosamente formamos parte, han tenido que esconder sus costumbres, tradiciones y nuestra historia. Pensemos en nuestros niños y niñas que durante su primera infancia no recibieron y no siguen recibiendo estimulación temprana, la cual ya ha sido comprobado, está proporcionalmente relacionada con el éxito en el mundo profesional en su vida como adulto/a. No sigamos viendo con lástima a las personas con discapacidad, más bien propongamos y/o apoyemos acciones que les favorezcan su educación y trabajo como parte de nuestra sociedad.
Finalmente, considerando nuestro contexto y al movimiento de la educación inclusiva; desde la educación (en su máxima expresión) podemos lograr superar muchos desafíos, pero será, sí y solo sí involucramos a madres, padres y comunidad a la formación de los ciudadanos que queremos para que se encarguen de este país, cuando nuestro cerebro se haya agotado, nuestras piernas se hayan cansando, nuestros huesos se encuentren frágiles y nuestras manos no tengan más que producir!



[1] Niños, Niñas, Adolescentes y Jóvenes
[2] Niños y Niñas



[i] Tomado de: www.inclusioneducativa.org

[ii] PNUD. La igualdad y la equidad de género en El Salvador. San Salvador: 2011

[iii] PNUD (2013). Informe sobre Desarrollo Humano El Salvador 2013. Imaginar un nuevo país. Hacerlo posible. Diagnóstico y propuesta. San Salvador: Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.



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